Nuestra primera visita en octubre de 1999 fue emocionante. La casa en su conjunto estaba en mal estado de conservación y tenía módulos añadidos que no pertenecía originalmente al edificio, pero tras entrar en la zona noble pudimos ver que su cubierta estaba en buen estado, los muros no tenía muchos daños y era recuperable, lo que significaba poder restaurarlo, no reconstruirlo.


He de reconocer mi debilidad por las casas en ruinas, hay algo especial en situarse en una edificación que se encuentra en decadencia, e imaginarla a tu alrededor tal y como podría haber sido disfrutada por sus habitantes en todo su esplendor.

Estas visitas siempre son especiales, y suponen una sorpresa tras cada paso.

Desde fuera las cubiertas estaban en muy mal estado, el incendio había borrado toda un ala del edificio y existían dos módulos de bloque de hormigón, uno de los cuales en medio del patio y rodeado de basura. En realidad toda la casa estaba llena de basura, algunos restos abandonados del incendio y otros depositados a lo largo de los años.


Fue curioso ver las vigas del granero que seguían en su sitio a pesar de estar completamente carbonizadas. De ese módulo sólo se conservaban dos paredes y las bases de los muros que habían vencido.

Del patio sólo quedaba parte del muro sur, en concreto el de acceso a la calle de la Iglesia donde se encuentra el Calvario, sobre cuyo dintel estaban los únicos restos de pintura con plantilla que se quedaban en la casa. Del patio se conservaban asimismo las losetas de piedra chasnera del pavimento, y que lamentablemente fueron robados en fechas posteriores, a pesar de que tras tomar la decisión de restaurar la casa el ayuntamiento procedió a vallar la propiedad.

Estos robos fueron lamentablemente populares durante esos años en toda la isla, y durante los trabajos sufrimos dos, siendo este uno de ellos; pero no el que más logística necesitó por parte de los ladrones.

La casa también escondía sus sorpresas. El módulo de la zona noble estaba en relativo buen estado, necesitaba refuerzos, cambiar todas las carpinterías que no eran de madera de riga al estar totalmente carcomidas, y desmontar y reconstruir toda la cubierta. Pero el entarimado estaba en buen estado, los muros sustentados sobre roca no tenían daños relevantes, y la estructura de la cubierta estaba en buen estado.

La bodega también era fácilmente adaptable al nuevo uso previsto, pero el módulo anexo de bloque de hormigón debía ser demolido, al ser mucho más moderno que la casa original y encontrarse en peor estado que esta.

La cubierta del lagar necesitaba ser desmontada y reconstruida, así como reforzados algunos de sus muros, pero no era nada preocupante. Quizá el mayor problema fue simplemente que el lagar ya no estaba, al haber sido vendido años atrás por los propietarios.

Tras esa primera visita tuvimos una reunión con Don Arturo E. González Hernández, el alcalde de San Miguel durante esa legislatura, para discutir la viabilidad del proyecto, el presupuesto que podríamos necesitar y las medidas a tomar. Se trataba de una obra importante para el Ayuntamiento, y tuvimos luz verde, ahora sólo hacía faltaba convencer al resto de las administraciones y conseguir la financiación.

Y esas cosas son lentas. Costaría casi año y medio tener el visto bueno del resto de las administraciones y conseguir presupuesto suficiente para acometer los trabajos, y otro medio año la redacción del proyecto y sus modificaciones para adaptarse a los requisitos de todos los departamentos involucrados. Tiempo durante el que se siguió con los trabajos previos de y con la redacción del proyecto.

Pero eso lo veremos en breve, la semana que viene comentaremos como planteamos los trabajos de restauración.

En el Anexo 4 podéis ver las fotos de nuestra primera visita en 1999, y en el Anexo 5 las de octubre de 2001.

Pasad buena semana.

Restauración de la Casa del Capitán (Índice)